Valentina comenzó a hacer pequeños cambios en su vida: empezó a dejar de lado el negro y el gris para vestirse de distintos colores, como siempre había querido.
Un caballo blanco y un caballo negro lo lleva uno al ajedrez, por ejemplo, a las piezas de un color y de otro, a los días y noches del tablero del que hablaba Borges.