En el África subsahariana, 7 de cada 10 personas se dedican a la agricultura y, en muchas partes de Asia, ese porcentaje aumenta a 5 de cada 10 personas.
El aceite de palma, el café y el cacao han permitido establecer con éxito economías agrícolas ajustadas a la legalidad e impulsar el abandono del cultivo de la coca.
Esos apoyos y subvenciones distorsionan los mercados y reducen los ingresos potenciales de exportación del 70% de la población más pobre del mundo que vive en zonas rurales y que depende de la agricultura para sobrevivir.