Abajo, en el vestíbulo de la entrada, había un buzón al cual no llegaba carta alguna, Y un timbre eléctrico al cual no se acercaría jamás un dedo mortal.
El caballero se apeó, y frontero del aposento de don Quijote la huéspeda le dio una sala baja, enjaezada con otras pintadas sargas, como las que tenía la estancia de don Quijote.
No creo, porque la señora que he visto abajo es muy diferente. Ésta debe de ser enfermera o algo así. Está muy poco en casa. Por la mañana vuelve justo antes de que yo salga de casa.