Un mapa de la provincia de Buenos Aires y un crucifijo adornaban las paredes; el papel era carmesí, con grandes pavos reales repetidos, de cola desplegada.
Media botella de naranja agria, hierba buena o menta, una taza de arroz blanco, achiote o paprika para darle el sabor a la carne y a la masa y media libra de papas.
En una cepa vieja, cuyos largos sarmientos enredados mostraban aún algunas renegridas y carmíneas hojas secas, encendía el picante sol un claro y sano racimo de ámbar, brilloso como la mujer en su otoño.