Cuando dejó de vomitar le colocaron una mascarilla de oxígeno; al poder respirar con más facilidad, empezó a sentirse mejor, aunque el pecho aún le dolía.
En varios momentos aparecieron el rostro de un doctor o una enfermera, que invariablemente le causaban dolor al explorarle el pecho o cambiarlo de postura.
Después de comer, a las siete, entró en la habitación Praskovya Fyodorovna en vestido de noche, con el seno realzado por el corsé y huellas de polvos en la cara.
El mar moja mis tobillos y se va; moja mis rodillas, mis muslos: rodea mi cintura con su brazo suave, da vuelta sobre mis senos; se abraza de mi cuello; aprieta mis hombros.