Si faltaban azucenas, la luz era blanca, acariciadora, gozosa, y a los ayunos y cilicios sustituían los espineros de todas las torturas florecidos bajo el signo de la cruz y de las telarañas.
Señor -respondió Sancho-, no soy yo religioso, para que desde la mitad de mi sueño me levante y me dicipline, ni menos me parece que del extremo del dolor de los azotes se pueda pasar al de la música.