Un puñado de arroz para comer, una calabaza de agua para beber, una choza como refugio: nadie soportaría tal pobreza, pero la alegría de Yan Hui permanecía inalterable.
Y el hada, con su varita mágica, transformó una calabaza en carruaje, unos ratoncillos en preciosos caballos, y a Cenicienta en una maravillosa joven que más se parecía a una princesa.