No se contentó con esto, sino que andando el tiempo se dedicó a fabricar cestas y canastos de junco, y con el dinero que ganaba atendía cuidadosamente a los gastos necesarios.
En una esquina, sobre un baúl, se acumulaban unos cuantos enseres de uso escaso: un canasto de paja, una palangana desportillada, dos o tres orinales llenos de desconchones y un par de jaulas de alambre oxidado.
Antes de que empezara a esperarlo -no más de quince minutos despuésregresó con el burro y los canastos vacíos y con la muchacha negra de la ollita de aluminio, que era su mujer, según supe más tarde.