Sucede que, aparte de los piojos que podemos criar en la cabeza, existen los piojos corporales que chupan sangre humana, pero sólo pueden habitar en la ropa.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sientes de aquella, chupándole la sangre.