Esta actitud crea hostilidad entre Meursault y la sociedad metódica en la que habita, y aumenta lentamente su alineación hasta el clímax explosivo de la novela.
El clímax de esta lucha invisible llegó una fría noche de invierno, cuando Roland, en medio de una crisis aparentemente inexplicable, pronunció palabras y frases en latín, una lengua que él nunca había aprendido.