Conque, así, pues, duerme tranquilamente, y ten la seguridad de que antes de marcharnos de aquí dejaremos en la perrera una gallina bien pelada para que te la almuerces mañana.
Conque, ni corta ni perezosa, porque era una muchacha traviesa y desenvuelta y un poco cabeza loca, buscó una cuerda, se descolgó de la ventana al suelo y se encaminó a la cueva.