El uso de instrumentos sin esterilizar, las heridas sin curar o abiertas u otras complicaciones derivadas del proceso facilitan la introducción del VIH en el organismo.
Se lo debemos a los millones de hombres, mujeres y niños que sufren enfermedades que podrían curarse, conflictos que podrían prevenirse y hambre que podría aliviarse.
Es esencial que trabajemos de consuno; al hacerlo, cumplimos el deber moral de proteger a nuestros ciudadanos, curar a los enfermos y consolar a los afligidos.
Las heridas infligidas a millones de personas durante un prolongado período de olvido, exclusión, injusticia y gestión pública inadecuada no pueden curarse de la noche a la mañana.
Cada país imprime un carácter propio a su transición, esforzándose, a pesar de la complejidad de la crisis, por curar sus heridas a su manera y recurriendo a las instituciones de que dispone.