Una persona madura está segura de sí misma y se muestra orgullosa de sus logros, pero no necesita los elogios de los demás para estar contenta consigo misma.
El presidente se sirvió dos veces sin medirse en los elogios, y le encantaron las tajadas fritas de plátano maduro y la ensalada de aguacate, aunque no compartió las nostalgias.
Del linaje plebeyo no tengo que decir sino que sirve sólo de acrecentar el número de los que viven, sin que merezcan otra fama ni otro elogio sus grandezas.