Remató sus gallos al mejor postor, reclutó hombres y compró herramientas, y se empeñó en la descomunal empresa de romper piedras, excavar canales, despejar escollos y hasta emparejar cataratas.
En realidad, las únicas ocasiones en las que era posible entender que esa retratada era una reina, ocurrían cuando en la obra se emparejaba con un retrato del rey.
Y esto es algo increíble porque es el momento en donde todos los restaurantes, sean buenos o malos, sean caros o sean muy baratos, emparejan sus precios y dan, de cierta manera, el mismo servicio.
Así lo corrobora un experimento que se llevó a cabo en Singapur en 2013, en el que se emparejó durante dos meses a jóvenes y mayores para jugar a videojuegos.