Al contrario de otros principales que usaban pelucas anacrónicas y botones de esmeralda, el marqués vestía en cuerpo con ropas de algodón, y birrete blando.
Cualquier rama suya, engalanada de esmeralda por abril o de oro por octubre, refrescaba, sólo con mirarla un punto, mi frente, como la mano más pura de una musa.
Redondas esmeraldas verdes estaban allí dispuestas en orden sobre finas bandejas de marfil, y en un rincón había sacos de seda, llenos unos de turquesas y otros de berilos.
La tierra de las esmeraldas, la cumbia y donde le ponen queso al chocolate caliente, posee 50 millones de habitantes y es el segundo país más poblado de América del Sur.
El señor Weasley se sacó del bolsillo un saquito, lo desanudó, cogió un pellizco de polvos de dentro y lo echó a las llamas, que adquirieron un color verde esmeralda y llegaron más alto que antes.