Al día siguiente se fue al monte, esta vez con un machete, pues había concluido por comprender que tal expediente le sería en el monte mucho más útil que el fusil.
De acuerdo con los expedientes del Santo Oficio era un judío portugués expulsado de la península y amparado aquí por un gobernador agradecido, al que le curó una potra de dos libras con las aguas depurativas de Turbaco.