Era una terapéutica tan generalizada, que los niños se ponían en la lila varias veces, y en vez de tragarse las píldoras se las llevaban a sus casas para señalar con ellas lo números cantados en el juego de lotería.
Lila es una deformación de mi apodo real, principalmente porque hay ciertos detalles en mi historia que están inmiscuidos en investigaciones legales todavía.
Gozaba del aire cálido, impregnado del aroma de los campos de trébol y de las rosas silvestres, las lilas y la madreselva, por no hablar ya de la aspérula, las primaveras y la menta rizada.