Todavía podían leerse las letras grabadas sobre los cristales empañados de mugre, y un cartel en forma de bombín seguía ondeando en la fachada, prometiendo diseños a medida y las últimas novedades de París.
Pero la vida continuó, hizo la pega, se sacó la mugre, ganó dinero suficiente para tener a sus tres hijos restantes titulados, profesionales universitarios con carreras que para ella era éxito.
Vásquez escupió estas palabras con el último sorbo de alcohol diluido en espumosa saliva—; el subdirector metió a su ahijado y cuando yo le hablé por vos, ya el chance se lo había dado a ése que tal vez es un mugre.