En esos mares australes, a más de 20 metros de profundidad, los lobos marinos se impulsan con sus aletas a grandes velocidades, haciendo gala de sus habilidades de grandes nadadores.
Vi las enormes olas negras sobre mi cabeza y me acordé de Luis Rengifo, un hombre fuerte, un buen nadador bien alimentado que no pudo alcanzar la balsa a dos metros de distancia.
Su cuerpo es robusto y de patas cortas se mueve lento sobre la tierra, pero en el agua es una ágil nadadora, gracias a las membranas que unen sus dedos.