Además, se descubrió que las compañías tabacaleras tenían conocimiento de la adictividad de la nicotina y utilizaron estrategias para aumentar la dependencia de los fumadores.
Parece que una dosis calma y relaja, pero en realidad es sólo una vuelta a la normalidad después del síndrome de abstinencia que produce la propia nicotina.
La nicotina funciona suplantando a uno de los neurotransmisores más importantes del cerebro, la acetilcolina, que regula cosas como los recuerdos, el aprendizaje, las emociones o el movimiento del cuerpo.
En los fumadores, la nicotina causa la liberación de adrenalina y noradrenalina, dos neurotransmisores que, al llegar al cerebro, aumentan el ritmo cardíaco y estrechan los vasos sanguíneos.
Con la nicotina de solo tres cigarrillos, todos los receptores de acetilcolina del cerebro quedan saturados por esta molécula impostora, pero unos minutos después de fumar, los niveles bajan bruscamente.
Después de un mes, los síntomas de la abstinencia de la nicotina son un recuerdo lejano y el deseo de fumar un cigarrillo debe haber desaparecido por completo.
Después de 20 minutos, sin embargo, los efectos de la nicotina tomada con ese último cigarrillo comienzan a desvanecerse y la presión arterial y el ritmo cardíaco comienzan a volver a la normalidad.
La nicotina es una droga muy curiosa: en dosis bajas es estimulante y actúa sobre la adrenalina y la dopamina, igual que la cocaína o las anfetaminas, aumenta la concentración, la memoria y quita el apetito.
Los parches o los cigarrillos electrónicos no solucionan de por sí la adicción a la nicotina, porque contienen nicotina, pero sin duda son una forma más limpia de conseguir tu dosis sin todos los demás contaminantes.
Después de una semana desde el último cigarrillo, los síntomas de abstinencia de nicotina ya deberían comenzar a disminuir y el sentido del gusto y el olfato deberían haber vuelto a los niveles de un no fumador.