Pero al llegar al sitio donde empezaba la espaciosa garganta del monstruo, se detuvieron para echar una ojeada y escoger el momento más oportuno para la fuga.
Ahora que si quiere quedarse aquí, ahí se lo haiga; aunque no estaría por demás que le echara una ojeada al pueblo, tal vez encuentre algún vecino viviente.
Por ello echemos una ojeada a nuestra vida presente y pasada y me confesarás que llamar al capitán no coincide completamente con nuestros propósitos, con nuestros planes y nuestras intenciones.