Mi historia, casualmente, giraba en torno a una prodigiosa pluma estilográfica de pasmoso parecido con la de la tienda y que, además, estaba embrujada.
En aquel momento, daba la sensación de que los once arquitectos que a mediados del siglo XX diseñaron el edificio hubieran predicho, con pasmosa precisión, la encrucijada en que se hallaría la humanidad.