Para evadir las fuerzas romanas restantes, los rebeldes usaron los cadáveres de sus enemigos como disfraz y hasta robaron el caballo de Varinio para escapar.
Al descubrir esta extraña transformación, los agricultores drenaron el líquido restante, más tarde denominado lactosuero, y descubrieron que los glóbulos amarillentos se podían comer frescos como comida suave y untable.