Los representantes de diferentes ciudades-estado podían reunirse allí aunque sus ciudades estuviesen en guerra, por lo que servía como territorio neutral.
Pero el joven Rafael prefería las plazas, donde solía reunirse con su gran amigo Salvador Garmendia, importante narrador venezolano de la segunda mitad del siglo XX.
Así que cuando se dio cuenta de que la independencia de la nueva España era inevitable, se dijo, a grandes males, grandes remedios, y solicitó reunirse con Iturbide.