En el marco del programa de armas biológicas también se empezaron a investigar otros agentes, como la toxina de ricino y las esporas de clostridium botulinum.
Los médicos de la época recomendaban aspirina (en dosis que ahora se considerían contraproducentes), quinina, preparados con arsénico, con aceite de alcanfor o aceite de ricino.
En otra época, después de pasar todo el día haciendo animalitos de caramelo, todavía le sobraba tiempo para ocuparse de los niños, para verles en el blanco del ojo que estaban necesitando una pócima de aceite de ricino.