Casi me pareció percibir aquel olor a papel quemado que desprendía en el aire, pero comprendí que lo que mi olfato había detectado era sencillamente tabaco.
Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos.
Pero no un pedazo de madera de lujo, sino sencillamente un leño de esos con que en el invierno se encienden las estufas y chimeneas para calentar las habitaciones.
En el fondo de su ser sabía que se estaba muriendo, pero no sólo no se habituaba a esa idea, sino que sencillamente no la comprendía ni podía comprenderla.