Elizabeth, unas veces con verdadera seriedad, y otras en broma, replicó a sus ataques; y aunque cambió de humor, su determinación permaneció inquebrantable.
Para realizar el proyecto, no debemos entregarnos a las ilusiones ni concentrarnos en palabras vanas, sino tener los pies puestos sobre la tierra, trabajando con seriedad y firmeza.
El escándalo público que provocó aquella decisión insólita puso en duda la seriedad del certamen. Pero el fallo fue justo, y la unanimidad del jurado tenía una justificación en la excelencia del soneto.