Gobernadores he visto por ahí -dijo Sancho- que, a mi parecer, no llegan a la suela de mi zapato, y, con todo eso, los llaman señoría, y se sirven con plata.
Pero se puede decir sin malas palabras -dijo el coronel, y mostró las suelas de sus botines de charol-. Estos monstruos tienen cuarenta años y es la primera vez que oyen mala palabra.
Bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates, tan traídos como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que más le servían de cormas que de zapatos.