A la inversa, muchos vecindarios pobres, a fin de protegerse de la violencia, pueden considerar justificado portar armas, establecer cuerpos policiales extraoficiales y administrar justicia por conducto de turbas o grupos de “vigilantes”.
Y leí, la otra vez, que, en Ecuador, fue un pánico tal que, cuando la gente se dio cuenta de que había sido una ficción, enloqueció de ira y una turba quemó la radio con muertos.
Sonaron los atambores, llenó el aire el son de las trompetas, temblaba debajo de los pies la tierra; estaban suspensos los corazones de la mirante turba, temiendo unos y esperando otros el bueno o el mal suceso de aquel caso.