Oyéndolas, Platero, que me ha robado una gran sandía de dulce escarcha grana, en pie, inmóvil me mira con sus enormes ojos vacilantes, en los que le anda una pegajosa mosca verde.
La noche siguiente vino de la Bandada Esteban Lorenzo Gaviota, vacilante por la arena, arrastrando su ala izquierda hasta desplomarse a los pies de Juan.