En Europa, las actuales leyes sobre los derechos de autor prohíben específicamente la concesión de patentes sobre determinadas invenciones biotecnológicas.
Esto supone que, además de los beneficios que obtengan con las patentes de los nuevos cultivos transgénicos, se aseguran de que se sigan vendiendo sus propios pesticidas.
Y como colofón, de nuevo los gritos de Candelaria advirtiendo del inminente desahucio de todos los huéspedes si persistían en su afán de replicar los dos bandos sobre el mantel.
Conté patentó su invención en Francia, que luego se popularizó y comenzó a utilizarse en diversas fábricas, agregando más adelante accesorios como la goma de borrar o los lápices de colores.