Sucedió -dijo Sancho- que el pastor puso por obra su determinación y, antecogiendo sus cabras, se encaminó por los campos de Extremadura, para pasarse a los reinos de Portugal.
La pareja prosiguió su camino, y momentos después, ante el campo libre que se abría ante ellos, los dos caballos bajaron la cabeza a comer, olvidándose de las vacas.
En la oficina del peregrino de Santiago de Compostela los peregrinos reciben un documento llamado compostela, que certifica que han recorrido al menos 100 kilómetros a pie o 200 kilómetros en bicicleta.
Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana.