Sucedió -dijo Sancho- que el pastor puso por obra su determinación y, antecogiendo sus cabras, se encaminó por los campos de Extremadura, para pasarse a los reinos de Portugal.
La pareja prosiguió su camino, y momentos después, ante el campo libre que se abría ante ellos, los dos caballos bajaron la cabeza a comer, olvidándose de las vacas.
Esta vasta isla tiene también más de 5.000 kilómetros de costa, bordeada de playas deslumbrantes, una exuberante campiña y varias islas sublimes que han inspirado a escritores de todo el mundo.
En la oficina del peregrino de Santiago de Compostela los peregrinos reciben un documento llamado compostela, que certifica que han recorrido al menos 100 kilómetros a pie o 200 kilómetros en bicicleta.
Y ese río que corría sobre el techo, mientras arreglaba los baúles, no desembocaba allí en la casa, desembocaba muy lejos, en la inmensidad que daba al campo, tal vez al mar.
Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana.