Y por fin se agotó el periodo de labor, el sol se alzó esplendoroso por encima de las cumbres doradas, y empezó el último día en que podría gozar de su vista.
Y en este sentido, tan conforme con la ley divina y tan de acuerdo está con el orden prescrito desde ab eterno que salga mañana el sol como que no salga.
El sol se levantó tenuemente del mar y el viejo pudo ver los otros botes, bajitos en el agua, y bien hacia la costa, desplegados a trav és de la corriente.
Al despuntar la mañana siguiente, antes que el sol se hubiera elevado un palmo sobre la colina, el joven pescador fue a casa del sacerdote y llamó tres veces a la puerta.