Es decepcionante que la Conferencia de Desarme no haya logrado iniciar negociaciones sobre un tratado de prohibición de la producción de material fisionable.
Una situación de conflicto prolongado crea pobreza, privaciones, incertidumbre y temor, y perpetúa el sentimiento de indefensión y de falta de dignidad.
También es decepcionante que la CCAAP no haya incluido información sobre las consecuencias totales en dólares de sus recomendaciones, como hacía en el pasado.
Nos decepciona que la participación de los científicos marinos de los países en desarrollo en la investigación científica marina sea cada vez más marginal.
Resulta desalentador que no se haya terminado de preparar el proyecto de convenio general por unas pocas cuestiones pendientes, incluida la definición del terrorismo.
Por eso resulta decepcionante que no haya hecho mayor uso de la flexibilidad que se le ha concedido para transferir puestos entre los distintos programas.
Resulta desalentador que las enérgicas respuestas iniciales y los esfuerzos subsiguientes para poner fin a la crisis hasta la fecha no hayan dado los resultados deseados.
Entonces empezó el viento, tibio, incipiente, lleno de voces del pasado, de murmullos de geranios antiguos, de suspiros de desengaños anteriores a las nostalgias más tenaces.
Me indignaba que ese instrumento, que algún día produjo la irrecuperable voz de Beatriz, pudiera rebajarse a receptáculo de las inútiles y quizá coléricas quejas de ese engañado Carlos Argentino Daneri.
Dos días después de la sustitución del vino, mientras desayunábamos, mi hermano me hizo caer en la cuenta con una mirada de desencanto que la botella envenenada estaba intacta en el aparador.
Sin embargo, siempre tuvo bastante serenidad para darse cuenta de que no eran recuerdos de amor, ni de arrepentimiento, sino la imagen de un sinsabor que le dejaba un rastro de lágrimas.
Me dijo que sabía que había fracasado en historia y que había nacido para ser una desilusión para sus padres y que volvería en el tren de la mañana, porque sería más fácil ser carpintero que ministro.
Transcurrían en silencio como dos viejos esposos escaldados por la vida, más allá de las trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones y los espejismos de los desengaños: más allá del amor.