Había sido una mestiza brava de la llamada aristocracia de mostrador; seductora, rapaz, parrandera, y con una avidez de vientre para saciar un cuartel.
La vida desenfrenada de los ricos y su depravación fue fielmente plasmada en los cuadros que nos muestran tanto su derroche de dinero como sus romances superficiales.
Como intermediario y coadyuvante, espera en la playa un grupo de muchachas alegres de carácter y de profesión, ante las cuales los mensú sedientos lanzan su ¡ahijú! de urgente locura.
Entre sus características destacan la infertilidad, la reproducción artificial, el adoctrinamiento desde el nacimiento, la división por castas, la eliminación de la familia, la anulación de las emociones y el libertinaje sexual.
Ya muy mayor, cuando se quedó sola, dos hijos y tres hijas se disputaron el gusto de llevarla a vivir con ellos, pero a ella no se le ocurrió un lugar más digno para vivir que aquel hotel de perdularias tiernas.