Por último, las previsiones muestran que la mayor parte del crecimiento de la población será costero, aumentado así la presión sobre los ecosistemas marinos.
La perspectiva de una mayor actividad económica en las zonas cercanas al mar dará lugar inevitablemente a un mayor desplazamiento de personas hacia las zonas costeras.
La principal fuente de contaminación del medio marino son las actividades humanas realizadas en tierra firme, tanto en zonas costeras como en zonas más alejadas de la costa.
Debemos estar preparados para las repercusiones, incluso sobre el medio ambiente, de una reubicación de tal magnitud de las actividades humanas y económicas en las cercanías del mar.
La reciente oleada de devastación causada por esos desastres naturales pone más en evidencia la enorme vulnerabilidad de las zonas costeras bajas y los pequeños Estados insulares en desarrollo.
Esos mecanismos comprenden cuestiones como los desechos químicos, los enfoques integrados de ordenación de las zonas costeras, y la conservación y ordenación de los recursos y los ecosistemas marinos.
Algunas Partes ya han adoptado medidas para proteger las zonas costeras, por ejemplo mediante la construcción de muros de contención y la inyección de arena para contrarrestar la erosión del suelo.
En segundo lugar, que el territorio disponga de tierras altas tampoco significa que sea capaz de sustentar a la población si se pierde lo que es en la actualidad una zona costera habitada.
Las evaluaciones de la vulnerabilidad de las zonas costeras y los ecosistemas marinos se basaron en análisis tanto cualitativos como cuantitativos de las repercusiones del cambio climático y la subida del nivel del mar.
Los cursos de fomento de la capacidad trataron principalmente de cuestiones relativas a la ordenación del agua dulce, la ordenación integrada de las zonas costeras y la aplicación de las leyes ambientales a nivel nacional.