Nadie la vio nunca derramar una lágrima, ni cuando dejaron de recibir correspondencia del abogado ni cuando las noticias de la guerra hicieron suponer lo peor.
¿Confesaré que, movido por la más sincera de las pasiones argentinas, el esnobismo, yo estaba enamorado de ella y que su muerte me afectó hasta las lágrimas?
Entonces, Rayner golpeaba una barra de acero con un martillo cada vez que Albert extendía la mano para tocar la rata, asustando a Albert y haciéndolo llorar.