Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.
Pero si en el resto de la semana o en el día de hoy cuando te ves al espejo, te empiezas a juzgar y dices qué fea qué alta, qué gorda, qué gorde, qué desarticulado.
Ahora imagínate que, al verte al espejo, la imagen que te devuelve no refleja quién eres y, aún más, la gente a tu alrededor insiste en que no eres quien tú sabes que eres y eso se traduce en burlas y maltrato.