Cruzó el vestíbulo, que seguía desierto a excepción de los agentes de seguridad; también como antes, al pasar junto a ellos, susurraron algo a su radio.
El trueno, sordo, retumbante, interminable, como un bostezo que no acaba del todo, como una enorme carga de piedra que cayera del cenit al pueblo, recorre, largamente, la mañana desierta.