Antes, la teología me interesó, pero de esa fantástica disciplina (y de la fe cristiana) me desvió para siempre Schopenhauer, con razones directas; Shakespeare y Brahms, con la infinita variedad de su mundo.
Era como si todos los sueños de su ocupante hubieran tomado forma visible, aunque inmaterial, y hubieran tapizado la desnuda habitación con espléndidos y transparentes tejidos de arco iris y luz de luna.