Bailaban tan bien que los pequeños lirios blancos echaban un vistazo por la ventana contemplándolos, y las grandes amapolas rojas movían la cabeza, llevando el compás.
La fiesta estaba en su esplendor. Los reclutas borrachos bailaban s para no desperdiciar la música gratis, y el fotógrafo tomaba retratos nocturnos con papeles de magnesio.
No se rían para no perder el compás, el marica seguía moviendo la boquita, zumm, zumm, zumm, cada vez más fuerte y parejo, a ver quién se cansa primero.