Sí, bueno, porque últimamente se encontraron huellas enormes en la nieve, como de un animal desconocido que no podemos identificar o que al menos no es de esta zona.
Los dos primeros —El rastro de tu sangre en la nieve y El verano feliz de la señora Forbes—los escribí en 1976, y los publiqué enseguida en suplementos literarios de varios países.
Núñez sabía apreciar la belleza de las cosas, y le pareció que el brillo de los campos nevados y los glaciares que se extendían por todo el valle era lo más hermoso que había visto en su vida.