Discurso de S.M. el Rey en el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española - CILE

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Por segunda vez, la República Argentina acoge el Congreso Internacional de la Lengua Española, cuando no se han borrado aún los recuerdos del Congreso celebrado en 2004 en la ciudad de Rosario. Era aquel el tercero de una serie inaugurada en la mexicana Zacatecas y continuada en el corazón de Castilla, en Valladolid.

En el Congreso de Rosario se produjo un cambio inesperado. Los ciudadanos, que habían preparado con ilusión la celebración adornando calles y casas, se adueñaron del Congreso popularizándolo.

Ya no eran solo los congresistas quienes sentían y exteriorizaban el gozo de encontrarse con hispanohablantes de diversos países. Toda la ciudad se convirtió en capital de nuestra lengua común y festejaba la palabra como el tesoro más precioso que, sin distinción de clases sociales y de ideologías, nos pertenece a todos por igual. Sentó así Rosario un precedente que los congresos que le siguieron se han esforzado en continuar.

Es significativo por solo el hecho de que otra ciudad argentina, transcurrido poco tiempo, haya solicitado ser sede de un nuevo encuentro. Esta ciudad, con toda justicia llamada la Docta, lo ha hecho convencida de que su historia y su vitalidad contemporánea y actual le permiten hacer una aportación enriquecedora al Congreso y a nuestra lengua.

Quiero, ante todo, agradecer al Gobierno nacional y a su Presidente, a los gobiernos de la Provincia y del Municipio, aquí representados por el Gobernador y el Intendente, la generosidad con que nos abren las puertas para recibirnos y su excelente trabajo, realizado junto con el Instituto Cervantes, la Real Academia Española y ASALE, acompañados de numerosas instituciones.

Debemos saludar a su gloriosa Universidad, fundada con la matriz de nuestra universidad de Salamanca, que acaba de celebrar su octavo centenario.

La Universidad Nacional de Córdoba es universalmente conocida por el esfuerzo de responder a las exigencias de los tiempos, adaptando los principios básicos de libertad de pensamiento y los nuevos horizontes sociales.

Le deseamos por ello que en esa línea «viva, crezca y florezca», como todas las universidades de la provincia de Córdoba, que renuevan día a día la tradición académica y acreditan con justicia el apelativo de su capital.

Saludamos también a todos los estamentos sociales. Estos congresos, que ciertamente incluyen sesiones de discusión de estudios, no han pretendido nunca llevar la marca de científicos. Están abiertos de par en par a toda la sociedad.

El programa de esta edición es una muestra clara de ese espíritu inclusivo e integrador al proyectarse, con amplitud y generosidad, hacia campos tan vastos como la cultura, la educación, la tecnología y el emprendimiento, contemplados con mirada de futuro. Campos en los que viven y se realizan los hispanohablantes.

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