Presidente del Gobierno, presidenta de la Comunidad de Madrid, ministro de Cultura y Deporte, rector magnífico de la Universidad de Alcalá, alcalde de Alcalá, directora general del Libro y Fomento de la Lectura. Saludo, por supuesto, a la premiada doña Cristina Peri Rossi, aquí representada en este acto por doña Cecilia Roth.
Y saludo a las autoridades académicos, embajadora de Uruguay, señoras y señores.
Al comenzar estas palabras quisiera transmitir, al igual que hice ayer, con todo nuestro afecto y nuestro cariño -de la Reina y mío- a Cristina Peri Rossi, que no ha podido acompañarnos en este merecido tributo a su admirable trayectoria.
Después de varios años de ausencia nos reunimos de nuevo y felizmente en este paraninfo de la Universidad de Alcalá para cumplir con la tradición de homenajear la obra -en este caso- de una escritora cuya vocación abarca toda su vida, una figura que ha contribuido como pocas a ampliar y enriquecer el patrimonio literario en lengua española, sumándose así a otros autores uruguayos que la han precedido en este importante reconocimiento: recordemos la poeta Ida Vitale y el narrador Juan Carlos Onetti.
Cristina Peri Rossi, nacida, como hemos escuchado, en 1941 en "una ciudad de barcos y emigrantes", en Montevideo, formaba parte en Uruguay de la que se conoció como generación de la crisis o de los 60.
A sus contemporáneos los definió como "una generación romántica en su deseo de cambiar el mundo, hacer la revolución y luchar por la justicia".
La vida y la obra de todos ellos estuvieron marcadas por la dictadura y el exilio, experiencia que ocupa alguno de sus libros de poesía, como 'Descripción de un naufragio' y 'Estado de exilio', y que aparece también en los cuentos de 'Indicios pánicos'; y en 'La nave de los locos', novela coral sobre el destino de una generación, de la que se ha afirmado que es una de las mejores de las que siguieron al denominado boom latinoamericano.
Sea como fuere, la experiencia más dolorosa de su vida también fue para Cristina Peri Rossi la más enriquecedora. Porque, como ha afirmado, el dolor puede transformarse, convertirse en crecimiento, en poesía, en literatura…
Y este fue el camino que eligió y en el que siempre ha permanecido fiel a sí misma.
Se ha considerado "una trapecista que salta sin red". Comprometida con su obra, con la condición de la mujer, ha sido -y sigue siendo- una voz en defensa de los vulnerables y a favor de la igualdad, la justicia, la libertad y la democracia.