Al comenzar la batalla por Tenochtitlán, el 30 de mayo de 1521, los guerreros tlaxcaltecas eran alrededor de 8,000 que marcharon orgullosos a enfrentarse una vez más con sus acérrimos enemigos, los mexicas, en la ciudad de Tacuba.
A la cabeza iba Pedro de Alvarado con 28 soldados españoles de infantería, entre los que iba el futuro cronista Bernal Díaz del Castillo y acompañados de 30 jinetes.
Cuando llegaron los españoles en 1519, Tlaxcala era una nación indígena independiente.
El Imperio del Sol consolidó su poderío militar a mediados del siglo XV y desde luego intentó rendir a los tlaxcaltecas, pero la ferocidad de sus guerreros lo impidió.
Como no pudieron someterlos, Tenochtitlán ordenó un bloqueo económico.
Hacia 1519, Tlaxcala llevaba más de 60 años resistiendo el bloqueo y un asedio constante de los mexicas y sus aliados, que muchas veces resultó en la pérdida de hombres en combate o en la piedra de los sacrificios del templo mayor de Tenochtitlán.
El orgullo tlaxcalteca y la reivindicación de su independencia estaba por encima de mexicas y españoles.
Así que cuando se enteraron de la llegada de Cortés y sus hombres, fue entonces que los señores de Tlaxcala decidieron hacer la paz con los españoles y establecer una alianza para derrotar a los mexicas.
Los guerreros tlaxcaltecas que se sumaron al sitio de Tenochtitlán fueron varias decenas de miles, pero aquellos 8 mil que marcharon a Tacuba querían venganza.
Aún recordaban que Cuitláhuac había dicho que los prisioneros tlaxcaltecas que cayeran en sus manos, los harían engordar para luego sacrificarlos.