El aroma de césped recién cortado trae a la mente recuerdos de vacaciones de verano y picnics en el parque - ¡sensaciones bonitas!
Al menos para nosotros.
Para las plantas, ese mismo olor es el presagio de un gran peligro.
Cuando una planta se ve herida - ya sea por las cuchillas de un cortacésped o una oruga muy hambrienta - compuestos punzantes salen de sus heridas, flotan en el aire y llegan a nuestras narices, y también a las hojas y tallos de plantas cercanas.
A lo largo de muchas generaciones, la evolución ha hecho que las plantas aprendan a escuchar, y a interpretar cada combinación distinta de compuestos como la señal de una amenaza inminente concreta.
El olor que corresponde a "oruga", por ejemplo, hace que plantas como el tomate o el tabaco se pongan a producir toxinas amargas en sus hojas, haciéndolas nada apetecibles.
Las plantas pueden comunicarse de forma activa también.
Algunas, como el maíz y el algodón, pueden llamar a otros animales para defenderse: emiten compuestos químicos que atraen avispas parásitas, que inyectan sus huevos en las gorditas y nutritivas orugas para que las larvas se las coman desde dentro.
¡Trabajo en equipo!
Las plantas también cuchichean por debajo del suelo.
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