Tratado Ⅰ(2)
Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocimiento.
Éste algunas veces se venía a nuestra casa, y se iba a la mañana; otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa.
Yo al principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas de que vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, a que nos calentábamos.
De manera que, continuando con la posada y conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito, el cual yo brincaba y ayudaba a calentar.
Y acuérdome que, estando el negro de mi padre trebejando con el mozuelo, como el niño vía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía dél con miedo para mi madre, y señalando con el dedo decía: " ¡Madre, coco! " .
Respondió él riendo: " ¡Hideputa! "
Yo, aunque bien mochacho, noté aquella palabra de mi hermanico, y dije entre mí:
" ¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mesmos! "
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