Hay microbios por todas partes: En el teléfono.
La botella de agua. Las manos antes de lavarlas.
Las manos después de lavarlas. Y por todo el cuerpo, literalmente.
Los microbios son omnipresentes y no podemos hacer nada al respecto.
Por eso, hace millones de años llegamos a un acuerdo: les daríamos cobijo y comida, y a cambio trabajarían para nosotros.
Pero cuanto más aprendemos de esta relación, más nos parece una guerra fría.
En el vientre materno, los humanos comenzamos siendo estériles.
Al pasar por el canal del parto al nacer, miles de millones de las bacterias maternas nos cubren por completo.
Es algo esencial para la salud: los niños que nacen por cesárea padecen más asma, enfermedades inmunes e incluso leucemia.
Por eso nuestros cuerpos no solo aceptan la invasión, sino que le dan la bienvenida.
