每日西语听力

当前播放

4

En la otra orilla gemían soñolientos los chorlitos, y en esta, en uno de los arbustos, sin prestar atención alguna al tropel de oficiales, lanzaba sonoros trinos un ruiseñor. Los oficiales se detuvieron junto al arbusto, lo tocaron, pero el ruiseñor seguía con su canto.

—¡Míralo! Se oyeron exclamaciones de admiración—. ¡Estamos aquí mismo y él ni el menor caso! ¡Vaya pieza está hecho!

Al final del recorrido, el sendero ascendía y desembocaba en el camino junto a la valla de la iglesia. Allí los oficiales, agotados por el ascenso, se sentaron y fumaron.

En el otro lado del río asomó una mortecina lucecilla roja, y ellos, como quien no tiene nada mejor que hacer, se pasaron largo rato decidiendo si se trataba de un fuego reflejado en una ventana o alguna otra cosa

Riábovich también se fijo en el fuego y le pareció que este le sonreía y le hacía guiños como si estuviera enterado del episodio del beso.

Al llegar a su cuarto, Riábovich se desvistió a toda prisa y se acostó.

Con él, en la misma isba se alojaban Lobitko y el teniente Merzliakov, un joven tranquilo y callado que entre los suyos era considerado como un oficial culto y que siempre, en cuanto se le presentaba la oportunidad, leía el Mensajero de Europa que llevaba siempre consigo a todas partes.

Lobitko, tras desvestirse, se pasó largo rato yendo de un rincón al otro del cuarto con el aire de una persona insatisfecha, y mandó al ordenanza a por cerveza. Merzliakov se acostó, puso una vela en la cabecera y se sumergió en la lectura del Mensajero de Europa.

«¿Quién era ella?», pensaba Riábovich con la vista fija en el techo cubierto de hollín.

Aún le seguía pareciendo tener el cuello untado de aceite y seguía sintiendo junto a la boca aquel frescor parecido a las gotas de menta.

下载全新《每日西语听力》客户端,查看完整内容
点击播放