Todavía recuerdo claramente cuando mi mamá nos llevaba de compras a mi hermana y a mí al día de plaza en Cuauhtitlán.
Generalmente íbamos en camión cada viernes.
Me llamaban la atención los pasajeros que cargaban grandes canastas, animalitos como gallinas y guajolotes, además de plantas y jaulas.
Por supuesto, esto no era nada en comparación con lo que encontrábamos en el mercado.
Al bajar del camión, mi mamá nos tomaba de la mano y empezábamos a caminar en busca de lo que tenía anotado en su lista.
Recuerdo que yo estaba siempre al pendiente de mi hermana porque también pajareaba atraída por todo lo que pasaba a nuestro alrededor.
Recuerdo claramente al señor que vendía cereales.
Utilizaba medidas que solo había visto usar al lechero.
A nosotros nos repartían la leche en casa, directamente en grandes botes traídos de la lechería.
Las medidas de los botes eran de un cuarto de litro, un medio litro o un litro, y los botes eran de peltre o metal galvanizado.